Conduzco de regreso tras haberle dado un beso a Patricio y desearle un buen día de clases, oigo las noticias en la radio y hablan sobre las escuelas oficiales que fueron literalmente saqueadas y destruidas durante las vacaciones, porque los delincuentes no conformes con robarse los equipos de cómputo, de sonido o de cualquier otro tipo con el que cuente el plantel; se roban además el cable eléctrico, la caja de breaks, los contactos y la tubería así que cuando los alumnos regresan a clases no cuentan ni con luz ni con agua.
Llego a casa y el Twitter está repleto de comentarios sobre la Estela de Luz, monumento conmemorativo del bicentenario que fue inaugurado por el presidente el día de ayer un año después de la fecha en que se debía haber entregado.
Los mil millones de pesos que costó la famosa Estela de Luz son - aquí y en China- un montón de plata y me imagino lo que ese dinero podría haber hecho por esas escuelas saqueadas, o por las escuelas rurales sin equipo adecuado ni maestros bien calificados, por los hospitales sin medicinas, sin personal suficiente y por tantas otras áreas en las que hay carencias en este país y me enfurezco al pensarlo por que me siento terriblemente ofendida por este monumento. Yo entiendo que el erigir obras monumentales de este tipo persigue el objetivo de unificar sentimientos, de promover una identidad nacional y de hacernos sentir orgullosos de nuestras tradiciones y nuestro pasado histórico con todas las cosas buenas y malas que este guarda. Objetivo noble y en realidad algo muy deseable pero no indispensable en una época en la que tantas cosas como la educación, la seguridad y la salud de los mexicanos sí lo son.
La cuestión no es que no nos sintamos orgullosos de ser mexicanos o que no apreciemos el monumento y su significado, independientemente de si nos gusta o no, la cuestión es que lo que acabamos de ver es como si un padre de familia decidiera comprar una escultura de un artista renombrado para su casa a un precio estratosférico cuando está sufriendo para pagar la escuela y la comida de algunos de sus hijos, así de simple. Por supuesto que poseer un objeto de gran valor artístico que la familia pueda apreciar es algo deseable pero definitivamente NO es indispensable y mucho menos cuando hay carencias de otro tipo en cosas que son básicas. Yo sé que probablemente grandes monumentos del mundo se hicieron sacrificando al pueblo y exprimiéndole hasta sus paupérrimos ingresos en impuestos, y que tal vez sin no hubiera sido así hoy varios de ellos no existirían, lo sé, pero ¿qué no se supone que los tiempos han cambiado?
Disto mucho de ser una detractora de Felipe Calderón, y aclaro que tampoco estoy diciendo que todo lo ha hecho bien, pero me parece que gobernar este país tan diverso y complicado que es tantos Méxicos en uno no resulta ser una tarea sencilla y más cuando la falta de valores, de civismo, de educación y las carencias económicas que las crisis internas y la irremediable globalización nos han polarizado tanto a los mexicanos y han exacerbado el evidente desprecio de los gobernantes, partidos políticos y hombres de negocios por las leyes y por el desarrollo del país si estos no van de acuerdo con sus intereses.' ¿O me van a decir que también necesitábamos un Senado de la República de miles de millones de pesos en uno de los terrenos más caros de Reforma y con sauna para los distinguidos senadores que nos representan?. No cabe duda de que como ciudadanos deberíamos luchar por que el presupuesto del gobierno se use para cosas indispensables que no pueden posponerse más y no para obras deseables que ya tendremos tiempo de hacer cuando lo esencial esté cubierto.
Felices reflexiones...
Felices reflexiones...
Excelente comentario sobre lo necesario y lo indispensable.
ResponderEliminarLa tristeza es que nos lo merecemos. Nos lo merecemos porque durante 200 años hemos sido mediocres y pasivos.
"Heroes patrios" que solo vieron el poder para servirse y hacer lo que ellos quisieran y no lo que se necesitaba y mientras fuimos manipulados y atropellados.
Sea el siglo XIX o el XX; con diversas dictaduras o dictablandas; nos hemos dejado y no hay en los mexicanos una buena conciencia de civilidad, ética y responsabilidad.
Eso va ligado al nivel de exigencia que tenemos hacia ellos e inclusive hacia nosotros mismos. Temas como la obesidad general e infantil, los ambulantes, la falta de pago de impuestos, los microbuseros, la falta de respeto al peatón o a los simples semáforos.etc. entre otros muchos temas son parte de esa "maldita idiosincracia" o "mexicanidad" que acaba siendo un lastre y no nos deja ser más.
Creo que esta cambiando pero a la velocidad de tortuga y muy disparejamente.