Sin duda uno de los placeres más encantadores de la vida es darnos esos gustitos que sabemos que son superfluos, caros, y generalmente totalmente innecesarios pero que nos proporcionan una sensación de bienestar y satisfacción que hace lucir radiante a cualquiera cuando se experimenta. Relojes, autos, ropa, joyas, bolsas y todo tipo de accesorios y objetos hechos generalmente de los materiales más finos y con acabados que cuidan la calidad al máximo están dentro de nuestras cosas favoritas y cada uno de nosotros tenemos ciertas preferencias de acuerdo con muestra edad, ámbito social y por supuesto... presupuesto.
Hoy me encuentro de vacaciones en un lugar maravilloso que surgió como el capricho de un hombre muy rico que fascinado por la belleza de las Smoky Mountains de Carolina del Norte, decidió construir la residencia más grande de Estados Unidos seguramente sin tener idea del legado en que se convertiría para este lugar. En 1895 George Vanderbilt comenzó la construccion de un maravilloso chateau tras haber llegado a Asheville en busca de una cura para la enfermedad pulmonar de su madre. Biltmore Estate comprende una extensión de aproximadamente 8000 acres, dentro de la propiedad podemos encontrar un río, maravillosos jardines, viñedos y otros cultivos, un hotel, varias áreas recreativas, rutas para caminar, para bicicleta, para caballos, un área de producción de vinos, tiendas con todo tipo de productos y un buen acervo histórico sobre la vida en este país a principios del siglo XX. Se ofrecen además muchas actividades y visitas guiadas para todo tipo de visitantes. La razón por la que nosotros llegamos a Biltmore Estate fue totalmente accidental pues en realidad nunca tuvimos la idea de venir así de la nada ya que ni siquiera sabíamos que existía... pero, como suele suceder, la vida que nos lleva por caminos secretos a lugares inesperados, ubicó en esta parte del mapa a algunos de los más queridos miembros de nuestra familia y fue así como venimos a parar aquí. Y es aquí donde al igual que Mr. Varderbilt otro hombre vino a cumplir su sueño y su capricho... Cómo varios de ustedes saben Mr. Fatal es un fan incontenible de todo tipo de vehículos. Desde que me casé con él pasaba horas revisando la sección de avisos de periódicos y revistas y después de internet en busca de uno de esos coches rojos del caballito mejor conocido como "Cavallino Rampante", lo que yo no sabía era que también ahorraba en una cuenta especial para cuando llegara el día en que finalmente encontrara el que sería para él. Así en diciembre de hace unos años nos anunció con una sonrisa de oreja a oreja que por fin había encontrado el auto que quería y que él y mi hijo mayor irían a recogerlo a Florida para después manejar hasta Carolina y llegarían justo el 24 para la noche buena; supongo que no tengo que describirles la cara de felicidad de mi hijo ante tal noticia. Estoy segura de que ese recorrido es uno de esos episodios más memorables en la vida de ambos. Aún recuerdo el día que llegaron, eran como las 4 de la tarde y todos los sobrinos esperaban ansiosos para que los llevara a dar una vuelta y los adultos obvio para poder manejarlo. Yo nunca lo he manejado, prefiero que él me lleve y aún cuando no es un coche demasiado nuevo pues tendrá unos 12 o 13 años sigue siendo un clásico, cuyo motor anuncia con estruendo que una gran máquina viene por el camino y ¿saben qué? amo ver su cara de niño y sus ojos brillando de felicidad cada vez que después de esperar meses y a veces hasta un año, sale feliz al volante de su su juguete preferido a recorrer los caminos de la vida entre los maravillosos árboles de Carolina...Benditos placeres mundanos que tanta felicidad nos dan...
Hoy me encuentro de vacaciones en un lugar maravilloso que surgió como el capricho de un hombre muy rico que fascinado por la belleza de las Smoky Mountains de Carolina del Norte, decidió construir la residencia más grande de Estados Unidos seguramente sin tener idea del legado en que se convertiría para este lugar. En 1895 George Vanderbilt comenzó la construccion de un maravilloso chateau tras haber llegado a Asheville en busca de una cura para la enfermedad pulmonar de su madre. Biltmore Estate comprende una extensión de aproximadamente 8000 acres, dentro de la propiedad podemos encontrar un río, maravillosos jardines, viñedos y otros cultivos, un hotel, varias áreas recreativas, rutas para caminar, para bicicleta, para caballos, un área de producción de vinos, tiendas con todo tipo de productos y un buen acervo histórico sobre la vida en este país a principios del siglo XX. Se ofrecen además muchas actividades y visitas guiadas para todo tipo de visitantes. La razón por la que nosotros llegamos a Biltmore Estate fue totalmente accidental pues en realidad nunca tuvimos la idea de venir así de la nada ya que ni siquiera sabíamos que existía... pero, como suele suceder, la vida que nos lleva por caminos secretos a lugares inesperados, ubicó en esta parte del mapa a algunos de los más queridos miembros de nuestra familia y fue así como venimos a parar aquí. Y es aquí donde al igual que Mr. Varderbilt otro hombre vino a cumplir su sueño y su capricho... Cómo varios de ustedes saben Mr. Fatal es un fan incontenible de todo tipo de vehículos. Desde que me casé con él pasaba horas revisando la sección de avisos de periódicos y revistas y después de internet en busca de uno de esos coches rojos del caballito mejor conocido como "Cavallino Rampante", lo que yo no sabía era que también ahorraba en una cuenta especial para cuando llegara el día en que finalmente encontrara el que sería para él. Así en diciembre de hace unos años nos anunció con una sonrisa de oreja a oreja que por fin había encontrado el auto que quería y que él y mi hijo mayor irían a recogerlo a Florida para después manejar hasta Carolina y llegarían justo el 24 para la noche buena; supongo que no tengo que describirles la cara de felicidad de mi hijo ante tal noticia. Estoy segura de que ese recorrido es uno de esos episodios más memorables en la vida de ambos. Aún recuerdo el día que llegaron, eran como las 4 de la tarde y todos los sobrinos esperaban ansiosos para que los llevara a dar una vuelta y los adultos obvio para poder manejarlo. Yo nunca lo he manejado, prefiero que él me lleve y aún cuando no es un coche demasiado nuevo pues tendrá unos 12 o 13 años sigue siendo un clásico, cuyo motor anuncia con estruendo que una gran máquina viene por el camino y ¿saben qué? amo ver su cara de niño y sus ojos brillando de felicidad cada vez que después de esperar meses y a veces hasta un año, sale feliz al volante de su su juguete preferido a recorrer los caminos de la vida entre los maravillosos árboles de Carolina...Benditos placeres mundanos que tanta felicidad nos dan...
Felices reflexiones...
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