En la vida todos pasamos por épocas difíciles: rupturas, pérdidas, fracasos, desilusiones, problemas graves etc. y todas estas cicatrices que nos van quedando en el alma nos llevan a construir muros de protección mientras pasamos por periodos de duelo, enojo, tristeza , cuestionamiento constante del por qué de las cosas etc. Generalmente si hacemos bien el trabajo interno, en algún momento llegamos al perdón, a la paz , a la resignación, a la aceptación o incluso a la comprensión de estos sucesos para seguir nuestra vida como supervivientes de guerra, tratando de hacerlo lo mejor que se pueda.
Sin embargo a veces entramos en un adormecimiento, tratamos de evitar algunas situaciones ya sea consciente o inconscientemente y es por esta razón que subimos nuestros muros , que en algunos casos llegan a ser verdaderas murallas, que se convierten en elementos de protección necesarios que nos acompañan siempre y cada vez que nos acercamos a algo y empieza a hacernos ruido en el corazón el puente levadizo se cierra para mantenernos intactos y alejados . El tiempo pasa... a veces meses, a veces años... uno, o muchos... nunca sabemos en realidad cuanto dura esta situación y es la misma persona la que decide si algún día bajará sus muros o permanecerá dentro de ellos para siempre.
Hay quienes nunca superan el pasado y se prometen jamás volver a intentar algo, nunca enamorarse nuevamente, no profundizar en nuevas relaciones o hacer nuevos amigos, jamás volver a confiar en alguien y cosas por el estilo; y se convierten en supervivientes funcionales aunque un poco autómatas... Sin por ello dejar de ser personas felices, simplemente con áreas de su vida en las que todo se detiene , como una esquina del jardín donde no dejan que nada crezca.
Sin embargo sucede de repente que por azares del destino un día algo cambia y en una fracción de segundo al muro se le cae un ladrillo... y poco a poco por ese agujerito empieza a infiltrarse el tan temido sentimiento que además trae con él algo aún peor... el reconocimiento de una necesidad que se ha negado o reprimido por mucho tiempo y es así que, como los campos después de la primera lluvia todo comienza a renacer a través de un proceso milagroso.
Lo primero que aflora es el miedo, el preguntarse ...Qué es esto? estoy sintiendo de nuevo! y el reconocimiento de que aún sintiendo pánico y ansiedad al mismo tiempo el sentimiento es placentero e incluso desean abrirse a él.
Quizá haya quienes al percatarse de esta situación corran a cerrar el puente y reparen el muro para volver a quedarse encerrados pero algunos, los valientes se aventuran a seguir bajándolo y a darse una nueva oportunidad de sentir, aún cuando son conscientes de que al hacer esto quedan nuevamente expuestos a la posibilidad de caer en las garras del monstruo del dolor.
Es este el momento cuando las personas deciden si quieren continuar con su existencia como hasta ese momento o si prefieren atreverse sin importar el costo que esto pueda significarles. Cuando deciden si tienen más ganas que miedo de
Volver a sentir, de volver a necesitar, de volver a entregarse, de volver a dejar de pertenecerse a ellos mismos, de volver a dejar que alguien o algo les robe el pensamiento día y noche y de que invada por completo ese rincón del jardín donde nada había para sembrar ilusión, amor, deseo y esperanza, pero que nadie garantiza se logren.
Volver a sentir es peligroso...muy peligroso, es un albur del que nadie nos asegura que saldremos bien librados pero como diría mi querido editor...
" Sólo haberlo sentirlo justifica una existencia".
Nunca dejemos que el miedo nos paralice y haga que dejemos pasar de largo la maravillosa oportunidad de volver a sentir... Por que sólo los valientes se atreven a dejar al corazón libre para volver a apostarle a la felicidad.
Felices reflexiones
Y
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