miércoles, 24 de junio de 2020

Un mundo en pausa...


El 25 de mayo del 2020 George Floyd,  afroestadounidense de 46, años muere asfixiado por un policía tras haber sido detenido. Un espectador grababa con su celular el terrible acto de brutalidad policiaca y se desatan manifestaciones en todo Estados Unidos, al grito de "Black lives matter".


Cinco días después, ante los  expectantes ojos del mundo observando desde el confinamiento. el Falcon 9 de la compañíaía Spacex de Elon Musk, se convierte en el primer vehículo espacial reutilizable puesto en órbita y el primero en llevar tripulación desde 2011. Tras un viaje de 19 horas Doug Hurley  y Bob Behken llegan a la Estación Espacial Internacional.

Sin temor a equivocarme puedo decir que aún cuando es evidente que seguiremos hablando de estas noticias en el futuro, sin duda alguna, el mundo recordará el 2020 como el año en el que un virus nos obligó a cambiar nuestra forma de vivir recordándonos la fragilidad humana.  El año del confinamiento, de los cubre bocas, guantes y caretas; de la cancelación de las clases y los eventos sociales, deportivos y culturales. De los que se quedaron en casa siguiendo a pie juntillas los protocolos y de los héroes que lucharon en clínicas y hospitales por aliviar a los enfermos y los muchos de ellos que murieron contagiados en la linea de fuego. 
El año de los que creyeron en conspiraciones y los  que nunca creyeron nada y siguieron saliendo sin precaución alguna. El año donde quienes aún queriendo quedarse en casa tuvieron que salir porque su economía  solo conocía el día a día. El año en el que las familias tuvieron que dejar ir a sus muertos sin acompañamiento alguno, El año de no tocarnos, no abrazarnos y de vivir en Zoom.

Para nadie ha sido fácil, de una forma u otra todos hemos tenido que adaptarnos a una realidad que nos ha puesto a prueba como humanidad, recordándonos  lo vulnerables que somos, y como diría Kundera: La insoportable levedad de la existencia. Es evidente que la pandemia también ha expuesto crudamente las heridas sociales de la terrible desigualdad que impera en nuestras sociedades; No es lo mismo encerrarte en una casa grande con jardín y una familia de 4 donde cada uno tiene su computadora, que en un departamento de ochenta metros cuadrados donde vive hasta la abuelita y solo tienen teléfono celular y una tele; y que decir de hogares en asentamientos informales con paredes de tablones, techos de lámina y piso de tierra, donde tener que comer es la prioridad diaria.

Sin embargo, hay que reconocer que no todo ha sido malo, hemos visto  a los animales regresar a sus hábitats, el mar y las playas han agradecido nuestra ausencia y,  en general. podemos decir que hemos dado un respiro a la tierra. Muchos nos hemos reencontrado con esos seres llamados hijos, o padres. a quienes a veces el correr de la vida y nuestras muchas actividades habían casi convertido en extraños. Hemos sacado del clóset los rompecabezas, cocinado cosas que no preparábamos hacía tiempo, acabado libros pendientes... y por supuesto devorado las series de todas las plataformas existentes en el mercado.

Tarde o temprano, y espero que sea más temprano que tarde,  volveremos a salir y a vivir lo que hemos dado en llamar la "nueva normalidad" donde algunas cosas cambiarán para bien y otras aún no sabemos. Seguramente habrá más flexibilidad laboral tras apreciar las bondades del periodo forzado de home office, y la educación probablemente mantenga en el futuro planes de estudios híbridos que combinen materias presenciales y otras en linea. Sin duda el comercio por internet crecerá,  muchos nos hemos visto forzados a hacer compras digitales y le hemos empezado a agarrar el gusto.  Sabrá Dios hasta cuando seguiremos usando cubre bocas, lavándonos las manos 18 veces al día y guardando la sana distancia. Sin embargo, dicho todo esto, creo que la pregunta más importante que deberíamos hacernos es: ¿saldremos de esto siendo mejores personas? 

 Hace algunos años un amigo me contó sobre un accidente automovilístico que tuvo en una pequeña isla del Caribe donde casi pierde la vida. Recuerdo haberle preguntado si la experiencia de  haber sobrevivido lo había convertido en una mejor persona. Su repuesta fue muy sincera y tajante..."Durante un tiempo".

Me gustaría pensar que en nuestro caso, sea más que solo durante un tiempo que conservemos la intención de cuidar  la tierra,  de mantenernos saludables y cuidar a los nuestros.  Que recordemos la importancia de ser consumidores responsables, de no perder la empatía y de hacer un poco por quienes viven realidades tan diferentes a la nuestra.  Ojalá no olvidemos que es mejor vivir con menos cosas pero  disfrutando más lo que tenemos.  Ojalá que por muy rutinarios que parezcan, los viernes en el bar con los amigos, el partido de soccer con el estadio rugiendo,  las mañanas en el gimnasio ; las clases, que de pronto son aburridas, las comidas familiares,  los parques llenos de niños, y la gloriosa magia del contacto físico con otra persona, Nunca olvidemos que son estos momentos los que encierran la riqueza de la vida, con todo lo bueno y lo malo que existe alrededor de ellos. Ojalá que nunca olvidemos cómo se siente vivir un mundo en pausa. Ojalá  que muy pronto volvamos a abrazarnos.







Felices reflexiones...