miércoles, 18 de junio de 2014

Al mal tiempo... perspectiva


De vez en cuando todos tenemos uno de esos días en el que las cosas no salen bien, de esos en los que parece que nos levantamos con el pie izquierdo. Se te hace tarde, había mucho tránsito por la lluvia,  al final te dejaron plantado, no te pagaron,  y cuando pensabas llegar a amansar tu hambre y tu enojo con una rebanada de pastel del día anterior... Oh sorpresa, tus hijos habían acabado con él.

Días como estos habrá miles y ¿saben qué? sin importar que tan contrariados y enloquecidos nos dejen les puedo asegurar que no pasan de ser eso... días difíciles que ponen a prueba nuestra paciencia, templanza y capacidad de resilencia.  Si lo analizamos bien verán que no serán lo que podemos llamar un mal día en la vida, y les voy a decir por qué...



Hace varios años vivíamos en una isla caribeña donde el ritmo de la vida es relajado y cosas como que te digan que se van a tardar entre 5 y 7 días en ir a hacerte la visita para luego ver cuándo te conectan el teléfono; donde por los cortes de energía había que salir a echar a andar una bomba para volver a tener agua, donde de pronto por el mal tiempo el supermercado se empieza a quedar sin los productos que te gustan y luego hasta sin leche porque no llegan los barcos y ni modo, pasas a comprar lo que hay ... son gajes de la vida cotidiana pero créanme pueden enloquecer a una chilanga acostumbrada a un ritmo de vida frenético donde generalmente puedes tener lo que quieres, en el momento que lo quieres.

En octubre de 2005 el huracán Wilma pasó por el Caribe azotando varias islas, a la Florida y por supuesto a Cancún. A Turks & Caicos y a mi amada isla de Providenciales solo nos pegó la cola. pero eso para una rata urbana como yo era algo nuevo y jamás había sido entrenada para vivir este tipo de cosas.
Llovió y llovió, los caminos de terracería eran unas verdaderas lagunas, las clases se suspendieron porque todo estaba inundado y para colmo de males uno de los rayos  —que eran de miedo— fue a parar a uno de los generadores de Provo Power... (AKA la compañía de energía eléctrica) y más de la mitad de la isla se quedó sin luz, unos 3 días y otros casi una semana.
Ahora bien... ¿qué significaba eso? pues primero que nada el calor en esas fechas es como de 36ºC pero la humedad es como del 111% y sin aire acondicionado pues no es tan padre, especialmente en la noche. Lo que hay en el refrigerador de perecederos hay que comérselo y como allá todas las estufas son eléctricas pues o te haces de un asador de carbón o lo cocinas como puedas, o lo tiras cuando empieza a quererse salir del refri caminando y te atienes a comer cosas de lata y a ingeniártelas para crear menúes pa la contingencia.
Las casas tienen cisternas y el agua sube por bombas, ¿tinacos?, ¿qué es eso? por supuesto hay quienes tienen plantas de emergencia pero las prenden solo ratitos durante el día porque el combustible se acaba,  es carísimo y en estas condiciones... escazo. Por lo tanto había que usar cubetas de agua para jalarle a los baños y para bañarse. En nuestro caso teníamos alberca y confieso que nos metíamos a bañar en ella, nos salíamos, nos enjabonábamos y nos enjuagábamos con una cubeta. Yo pedía al último cuando todos habían terminado y oscurecía para hacer skinny dipping y al salir del agua enrollarme en una gran toalla y tumbarme en un camastro a ver el mejor cielo estrellado que he visto en mi vida.
Una tarde mi hijo Pech, que entonces tenía 9 años comenzó a a enloquecer... se quejó y dijo que ojalá no hubiéramos ido a vivir ahí, que quería comer no sé qué, que tenía calor, que no había televisión, etc, etc. Yo lo oí pacientemente dejando que sacara su frustración cuando de repente dijo la frase que me hizo enfurecer: "estoy viviendo el peor día de mi vida".
Nunca lo hubiera dicho... como si me pusieran un cohete en la cabeza exploté y me fui con todo.
Recuerdo bien que le dije: "Mira escuincle imbécil, ¡jamás me vuelvas a decir que este es el peor día de tu vida!  y si es, dale gracias a Dios. Los niños iraquíes que hoy perdieron a su padre, o sus piernas, o su casa ellos pueden decir que es el peor día de su vida (era la peor época de la guerra en Irak y la BBC pasaba escenas y reportajes todo el día),  Los que viven en Guerrero y Chiapas que perdieron todas sus cosas bajo el agua que no tienen ropa seca y limpia que ponerse y no tienen una cama caliente para dormir (había inundaciones terribles por las lluvias)  Ellos SI pueden decir que es el peor día de su vida, tú NO".
Se quedó callado... viéndome medio espantado, pero creo que entendió lo que estaba trantando de explicarle.

Los peores días de la vida no son los de contratiempos ni problemas, ni esos donde las cosas no salen como queremos. Esos son obstáculos que ponen a prueba nuestra paciencia, y nos entrenan para los verdaderos días malos.  Los peores días de la vida son aquellos en que el dolor nos cimbra, en que en un segundo la vida cambia y nos recuerda su fragilidad y su belleza.
Los peores días de la vida son esos en los que perdemos a los seres queridos, en los que un hijo está en la cama de un hospital, en los que muchos mueren por guerras, fenómenos naturales o accidentes sin que podamos hacer absolutamente nada para evitarlo. Son los días en los que hay dolor y pérdida y sin importar lo que hagamos no logramos mitigarlo y lo único que podemos hacer es soportarlo y seguir adelante.
Así que la próxima vez que la vida les de uno de esos, recuerden mantener la perspectiva y digan... ¡qué diablos!, mañana será mejor.


Tengo un amigo al que adoro con el alma, a quien admiro por sus sueños, su compromiso y los grandes planes que tiene para el futuro, que estoy segura logrará. Cuando esto suceda sé que habrá en su camino muchos días que parecerán los peores de su vida y entonces espero estar ahí para decirle mientras lo abrazo..."tranquilo solo fue otro día difícil".

Felices reflexiones...

domingo, 8 de junio de 2014

Hablemos su idioma...

Sin duda es cierto que hombres y mujeres hablamos lenguajes diferentes y el de ellos es —por mucho— bastante más conciso y escueto que el nuestro. Paseando por las redes me encontré por ahí estos cortitos que de una manera muy cómica hacen referencia a esto y a cómo usar los elementos del mundo masculino para comunicarnos con ellos.



Esto me hizo recordar algo que pasó hace varios años cuando mi querido Mr. Fatal compró nuestra casa e hicimos todo un proyecto de remodelación para dejarla nueva y a nuestro gusto. El hombre, siendo ingeniero y experto en proyectos de hotelería y esas cosas, se esmeró en cuestiones como conexiones de luz y contactos para sus bocinas especiales, computadoras, conmutador, etc. etc y no escatimó en gastos ni materiales de detalles de iluminación y acabados hasta que llegó el momento de comprar la cocina.
Fuimos a Quetzal, nos hicieron un proyecto muy lindo, nos entregaron la cotización y nos explicaron todo y aunque no dijo mucho,  la cara de mi marido mostraba ese gesto  de... it's not gonna happen. Salimos de ahí con el proyecto diciéndole al vendedor que nos diera dos días para estudiarlo y decidir.
Pasé el siguiente día pensando en argumentos convincentes que justificaran la compra de la cocina para la que había presupuesto, así que no era una necedad ni un capricho. Pensé y pensé hasta de pronto Eureka!
Un poco antes mi maridito acababa de comprarse un coche de esos alemanes que tienen una hélice azul y blanca por emblema... el juguetito le había costado una buena lana que de acuerdo con mis cálculos equivalía a casi 3 veces el precio de mi cocina...
Esa noche cuando llegó mientras bebíamos café y platicábamos de nuestros respectivos días, le solté mi speech. Le dije que había pensado en el asunto de la cocina y que me parecía que por los años de servicio que nos daría todos los días de los siguientes, por lo menos, 20 años o más y considerando que me gusta cocinar pasaría muchas horas en ella y que además muchas de las mejores reuniones, confidencias y hasta sesiones amorosas suceden ahí; se me hacía que valía la pena comprar una muy buena, igual que su coche que estaba increíble pero que a diferencia de esta compra y conociéndolo seguramente no conservaría más de unos 5 ó 6 años antes de cambiarlo por otro.
Mister Fatal me miraba sonriendo divertido al escuchar mi lógica, mientras yo le hablaba con mi más sexy voz y le tiraba miradas sugestivas.
Bueno, supongo que ya saben quién ganó la partida...


Felices reflexiones...