domingo, 8 de junio de 2014

Hablemos su idioma...

Sin duda es cierto que hombres y mujeres hablamos lenguajes diferentes y el de ellos es —por mucho— bastante más conciso y escueto que el nuestro. Paseando por las redes me encontré por ahí estos cortitos que de una manera muy cómica hacen referencia a esto y a cómo usar los elementos del mundo masculino para comunicarnos con ellos.



Esto me hizo recordar algo que pasó hace varios años cuando mi querido Mr. Fatal compró nuestra casa e hicimos todo un proyecto de remodelación para dejarla nueva y a nuestro gusto. El hombre, siendo ingeniero y experto en proyectos de hotelería y esas cosas, se esmeró en cuestiones como conexiones de luz y contactos para sus bocinas especiales, computadoras, conmutador, etc. etc y no escatimó en gastos ni materiales de detalles de iluminación y acabados hasta que llegó el momento de comprar la cocina.
Fuimos a Quetzal, nos hicieron un proyecto muy lindo, nos entregaron la cotización y nos explicaron todo y aunque no dijo mucho,  la cara de mi marido mostraba ese gesto  de... it's not gonna happen. Salimos de ahí con el proyecto diciéndole al vendedor que nos diera dos días para estudiarlo y decidir.
Pasé el siguiente día pensando en argumentos convincentes que justificaran la compra de la cocina para la que había presupuesto, así que no era una necedad ni un capricho. Pensé y pensé hasta de pronto Eureka!
Un poco antes mi maridito acababa de comprarse un coche de esos alemanes que tienen una hélice azul y blanca por emblema... el juguetito le había costado una buena lana que de acuerdo con mis cálculos equivalía a casi 3 veces el precio de mi cocina...
Esa noche cuando llegó mientras bebíamos café y platicábamos de nuestros respectivos días, le solté mi speech. Le dije que había pensado en el asunto de la cocina y que me parecía que por los años de servicio que nos daría todos los días de los siguientes, por lo menos, 20 años o más y considerando que me gusta cocinar pasaría muchas horas en ella y que además muchas de las mejores reuniones, confidencias y hasta sesiones amorosas suceden ahí; se me hacía que valía la pena comprar una muy buena, igual que su coche que estaba increíble pero que a diferencia de esta compra y conociéndolo seguramente no conservaría más de unos 5 ó 6 años antes de cambiarlo por otro.
Mister Fatal me miraba sonriendo divertido al escuchar mi lógica, mientras yo le hablaba con mi más sexy voz y le tiraba miradas sugestivas.
Bueno, supongo que ya saben quién ganó la partida...


Felices reflexiones...

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