domingo, 6 de diciembre de 2020

Dejarlo todo...

¨Ayúdanos Madre¨ exclamó la mujer, mirándome con sus ojos oscuros y profundos. Junto a ella un pequeño niño con la cabeza cubierta de anillitos de pelo, tez negra y ojos enormes y brillantes juega con algo. Un joven parecido al pequeño, alto, delgado y con el pelo en Rastas cortas viene con ellos y también un perro. Les doy algo de dinero y pregunto de dónde vienen.  ¨Honduras¨ responde la mujer, ¨Que Dios la bendiga madre¨ me dice mientras me alejo pensando cómo habrá sido su travesía,  qué habrán vivido desde el momento en que dejaron atrás su país; dónde habrán dormido, cómo habrán viajado, cómo habrá sido cruzar la frontera, cómo es ser migrante en tiempos de COVID... 

Subo al auto y conduzco de regreso a casa, pero mi mente rebelde me lleva a otro lado ... a un edificio en la esquina de una calle cerca de casa de mis papás, donde se entra a un pasillo y al fondo está la escalera, y me veo de 7 años subiendo y tocando para que me abran; entro y  me siento en un banco del vestíbulo y espero a que alguna de las muchas puertas blancas se abra y me llamen a clase de piano. La maestra es cubana... No recuerdo su nombre, ni el de sus hermanas ni el de su madre, pero la recuerdo, contándole a mi madre de su casa en La Habana, esa de la que un día habían salido con la única certeza de que no volverían a verla, ni volverían a Cuba, y se fueron con lo puesto. Eran los años setenta y los comunistas representaban la peor peste para los adultos y el sueño de muchos jóvenes; y los balseros cubanos llegaban todos los días a Miami mientras en Europa oriental otros tantos intentaban saltar el Muro de Berlín a como diera lugar y obtener asilo político en otros países. En la televisión Natasha Fatale, Boris Malosnov y la organización Kaos cada día ideaban nuevos planes para dominar el mundo.¨ En aquel entonces era común oír que el novio de la muchacha que trabajaba en la casa, se había cruzado de ¨mojado¨ para trabajar con los gringos en el campo, ahorrar y regresar por ella. Pero muchas veces no regresaba, y dejaba aquí mujer e hijos formando una nueva familia allá.  Otras más no lo lograban y se quedaban en el camino o eran deportados. Han pasado más de 40 años y esto sigue pasando, pero ahora frecuentemente se ven familias completas que buscan llegar a Estados Unidos, personas de diferente raza y color que se han vuelto parte del paisaje urbano y no solo de las leyendas de migrantes que se van en ¨la Bestia¨.

Sin importar de que época histórica hablemos, el desplazamiento de grupos humanos ha sido una constante en el planeta. A veces huyendo de la guerra, de una dictadura, de persecuciones, desastres naturales y hasta del cambio climático; o en la búsqueda de mejores oportunidades de las que pueden encontrar en la tierra que los ha visto nacer, los migrantes se van dejándolo todo familia, amigos, casa y lo mucho o poco que cada uno de ellos posea en su país de origen. Pero eso no es lo único que dejan,  al irse dejan también su identidad, sus costumbres y tradiciones, las imágenes de su tierra, los olores y sabores de su vida... y pasan a ser de nadie y a peregrinar en un limbo en el que a veces ha de resultar muy difícil reconocerse. 
Según la ONU, el número de personas que habita un país donde no nació es hoy el más grande de la historia, constituye 3.5% de la población mundial y todo indica que seguirá creciendo. El número de mujeres y niños cada vez es mayor.

Cuando la economía va mal, cuando los problemas del mundo nos abruman y no podemos ver más allá de ellos, es fácil volverse xenófobo y decir ¡lárguense a su país, qué hacen aquí!, y pensar que primero hay que ayudar a los de nuestra propia tierra, que el dinero que el gobierno gasta en los migrantes muy bien podría ir a los connacionales más desprotegidos. Sí en algún momento nos llegan estas ideas a la cabeza, pensemos también  que nunca, en ningún lugar, podemos estar seguros de que un día no seamos nosotros quienes tengamos que cerrar nuestra casa y tristes, con miedo y con el corazón adolorido tengamos que dejarlo todo para salir a buscar la vida.


Felices reflexiones...









jueves, 3 de septiembre de 2020

Pandemia, política y nuestro único poder ...



Una de las muchas ilusiones que los seres humanos nos hacemos, tiene que ver con nuestra capacidad de imaginar el futuro.Tendemos a fantasear con la inocente idea de que podemos tener el control de las cosas. Luego, a lo largo de los años, la vida se encarga de recordarnos que el único control que tenemos se resume en cosas tipo mis visitas al super,  en que después de haber pasado junto a los Hot nuts Flamin hot y poner un paquete en el carrito,  tres pasillos después, con el ¨inmenso¨ control que tengo de mi vida regreso a poner el paquete en el mismo lugar y me alejo corriendo orgullosa de mi misma...
La incertidumbre puede enloquecer a la mayoría de las personas, nos hace sentir impotentes, temerosos y es el momento perfecto en que nuestra mente nos juega muy malas bromas imaginando los peores escenarios, especialmente en el momento del día en que por fin nos metemos a la cama y cerramos los ojos... 
Me atrevo a afirmar sin temor a equivocarme, que no existe ser humano que no se haya preguntado más de una vez, qué va a pasar con el mundo tras la pandemia COVID. Personalmente cada día despierto cuestionándome cosas que van desde qué cambios conductuales se darán en las nuevas generaciones como resultado de la interacción virtual,   si tendré que usar cubre boca el resto de mis días y cuándo volveremos a abrazarnos. 
La noche en que murió, mi padre le confesó a mi marido su temor de que nos iba a tocar vivir una guerra, y su temor se hizo realidad. Probablemente no imaginaba que la guerra iba a ser contra un microorganismo que vendría a transformar prácticamente todos los aspectos de la vida como la conocíamos. La supervivencia de nuestra especie, aún cuando nos sintamos los reyes de la creación, es realmente un milagro ¡Hemos sido capaces de sobrevivir a pesar de nosotros mismos!. 
Últimamente he estado oyendo podcasts interesantes con la esperanza de que las voces e ideas de eruditos , alumbren mi mente para entender mejor los nuevos tiempos. Todas estas personalidades que he oído coinciden en que la  empatía, la  compasión y la  solidaridad son los elementos que han permitido que la humanidad lograra superar estas crisis en el pasado. Justo ayer  oía a Elizabeth Gilbert hablado sobre el miedo que sentimos cuando no podemos controlar algo y sobre la maravillosa posibilidad —Porque ese poder sí que lo tenemos—de decidir dejar de sentir miedo y confiar en nuestra intuición. 
La pandemia que estamos viviendo es la mayor crisis de salud que hemos sufrido desde 1918, esta crisis además se traducirá en una grave contracción de la economía y en una una polarización aún mayor de la sociedad, el número de pobres se multiplicará en todos los continentes. Cada uno de nosotros experimentamos la pandemia en el plano personal, desde el punto de vista del país que habitamos y en el contexto mundial, y todos reaccionamos de diferente manera dependiendo de nuestra posición en  estos diferentes contextos.
Hace dos años, México, eligió un nuevo presidente cuyas promesas de campaña eran la  transformación del país y acabar con los vicios del sistema asegurando una política social que permitiera mejor repartición de la riqueza y la erradicación de la corrupción. 
Quienes hemos vivido lo suficiente para ver varios gobiernos, diferentes presidentes y un poco de como funciona el mundo, sabemos que eso de ¨ acabar con la corrupción¨ es una buena promesa pero es totalmente irreal. y mucho menos al estilo ¨Simón dice¨, por  decreto presidencial. Lo anterior resulta tan absurdo como decir ¨a partir de mañana seré talla 6¨. Si no cuido lo que como y jamás muevo ni un dedo, no importa cuánto lo diga o me lo crea yo misma, la realidad me alcanzará a la hora de ponerme la ropa. Lo más preocupante del presidente, es que su discurso diario se basa en el enfrentamiento de quienes están con él y quienes no lo están y basta oírlo un poco para darse cuenta que sus argumentos y sus propuestas, aún cuando pudieran haber surgido de una buena intención, invariablemente  dejan ese sabor de boca desagradable de un resentimiento  acumulado a través de 18 años de campaña presidencial. La cuestión, volviendo a la pandemia, es que en un país cuyo gobierno apela al  enfrentamiento continuo de los grupos sociales distorsionando la realidad según le convenga, no es precisamente el terreno mas fértil para la  empatía,  la compasión y la solidaridad.
Haciendo un autoanálisis ¿Cómo amanecieron de su tolerancia? basta echarle un ojito a las redes sociales y ver si sus contactos incluyen personas cuyas ideas son diferentes, si todos piensan más o menos lo mismo que ustedes aguas...  Muchas veces en reuniones con amigas se oye el ¨no se les ocurra hablar de X porque ya saben que Fulanita se pone mal¨ y basta que lo digan para que me entren unas ganas locas de hablar del asunto en cuanto Fulanita aparezca. No como provocación ni para enfrascarnos en un pleito a muerte, simplemente para tratar de entenderla y tratar de que me entienda a mi, como un ejercicio de tolerancia donde encontremos coincidencias sobre las cuales construir un diálogo. Puede ser difícil, lo acepto así que, como el consejo de los 4 acuerdos... No se lo tomen personal. 
Hace unos años observando las cosas que pasaban en el mundo, tras de esa noche de insomnio en que vimos ganar a Donald Trump la presidencia, reflexionaba sobre el hecho de que quienes vivieron la 2a  Guerra Mundial y la posguerra convirtiéndose en un tipo de guardianes de la memoria y trabajaron incansablemente para dejar un legado que le impidiera al mundo olvidar los horrores surgidos de la intolerancia, estan muertos ya o a punto de morir y la sensación desamparo que eso me provocaba,  algo así como cuando tu abuela muere y de pronto sientes que podrías empezar a olvidar sus historias. Dicen que los pueblos que no aprenden de sus errores están condenados a repetirlos, pero ninguna lección es permanente. Eventualmente olvidamos y volvemos a hacer exactamente lo mismo y el péndulo regresa y el ciclo se repite. 
Son tiempos complicados, pero no debemos olvidar que la humanidad  ha sobrevivido a muchas crisis como esta a través de la historia. Las épocas de cambio no solo traen  desgracias sino oportunidades de crecimiento personal y colectivo y nunca estuvimos mejor equipados para enfrentarlas. Confiemos y  busquemos la empátia y la compasión de donde surja la solidaridad porque sin importar lo que pase, esa combinación siempre es ganadora.   Nunca podremos tener el control  de lo que pasa pero siempre tenemos el poder de elegir nuestra reacción y ese es nuestro único verdadero Poder.

¨Who´s gong save the world tonight?, who´s gong Bring it back to Life?
 We´re gonna make it you and I¨...

Felices reflexiones...

 

sábado, 18 de julio de 2020

Ella lo amaba...

Lo amaba por su intensidad, que se desbordaba por sus pupilas cuando la miraba, tanto como cuando su voz llenaba el espacio tocando en lo más profundo a quienes lo escuchaban.
Lo amaba por su valor para saltar con ella al vacío abrazado a su cintura,  por su tenacidad para  luchar cada día por cosas que otros consideraban imposibles mientras él decía que ¨alguien tenía que intentarlo ¨.
Lo amaba por su sonrisa chuequita,  que lo llenaba todo al aparecer,  por sus dientes brillantes como su mente;  y por su risa de niño, divertida, honesta, pícara y contagiosa.
Lo amaba locamente por su transparencia que gritaba ¡estoy mal!  aún cuando intentara poner cara de ¨aquí no pasa nada ¨.
Lo amaba por su humildad en los momentos de confusión, por su honestidad para reconocerse sobrepasado por las circunstancias, vulnerable, triste o enojado y por su entereza para detenerse, pedir un abrazo, pensar y después juntar el ánimo para seguirle con todo.
Ella lo amaba por su alegría de vivir, por su manera de escucharla cuando atropelladamente le hablaba de mil temas al mismo tiempo aunque a veces no entendiera nada.
Ella lo amaba porque era dulce y fuerte al mismo tiempo, porque podía brillar como el sol, acariciar como el viento e inundar su mente como una tormenta que estalla sin aviso.
Lo amaba por sus ansias eternas de servir, por su generosidad y  su compromiso inquebrantable de hacer del mundo un lugar mejor o por lo menos vivir intentándolo.
Ella lo amaba a un centímetro de distancia o separados por un continente,  lo amaba de mil y un maneras, con ternura y con pasión y con una mezcla afrodisiaca que desbordaba su corazón de admiración y deseo, lo amaba porque no había forma de no hacerlo y amaba saber que él también la amaba.


miércoles, 24 de junio de 2020

Un mundo en pausa...


El 25 de mayo del 2020 George Floyd,  afroestadounidense de 46, años muere asfixiado por un policía tras haber sido detenido. Un espectador grababa con su celular el terrible acto de brutalidad policiaca y se desatan manifestaciones en todo Estados Unidos, al grito de "Black lives matter".


Cinco días después, ante los  expectantes ojos del mundo observando desde el confinamiento. el Falcon 9 de la compañíaía Spacex de Elon Musk, se convierte en el primer vehículo espacial reutilizable puesto en órbita y el primero en llevar tripulación desde 2011. Tras un viaje de 19 horas Doug Hurley  y Bob Behken llegan a la Estación Espacial Internacional.

Sin temor a equivocarme puedo decir que aún cuando es evidente que seguiremos hablando de estas noticias en el futuro, sin duda alguna, el mundo recordará el 2020 como el año en el que un virus nos obligó a cambiar nuestra forma de vivir recordándonos la fragilidad humana.  El año del confinamiento, de los cubre bocas, guantes y caretas; de la cancelación de las clases y los eventos sociales, deportivos y culturales. De los que se quedaron en casa siguiendo a pie juntillas los protocolos y de los héroes que lucharon en clínicas y hospitales por aliviar a los enfermos y los muchos de ellos que murieron contagiados en la linea de fuego. 
El año de los que creyeron en conspiraciones y los  que nunca creyeron nada y siguieron saliendo sin precaución alguna. El año donde quienes aún queriendo quedarse en casa tuvieron que salir porque su economía  solo conocía el día a día. El año en el que las familias tuvieron que dejar ir a sus muertos sin acompañamiento alguno, El año de no tocarnos, no abrazarnos y de vivir en Zoom.

Para nadie ha sido fácil, de una forma u otra todos hemos tenido que adaptarnos a una realidad que nos ha puesto a prueba como humanidad, recordándonos  lo vulnerables que somos, y como diría Kundera: La insoportable levedad de la existencia. Es evidente que la pandemia también ha expuesto crudamente las heridas sociales de la terrible desigualdad que impera en nuestras sociedades; No es lo mismo encerrarte en una casa grande con jardín y una familia de 4 donde cada uno tiene su computadora, que en un departamento de ochenta metros cuadrados donde vive hasta la abuelita y solo tienen teléfono celular y una tele; y que decir de hogares en asentamientos informales con paredes de tablones, techos de lámina y piso de tierra, donde tener que comer es la prioridad diaria.

Sin embargo, hay que reconocer que no todo ha sido malo, hemos visto  a los animales regresar a sus hábitats, el mar y las playas han agradecido nuestra ausencia y,  en general. podemos decir que hemos dado un respiro a la tierra. Muchos nos hemos reencontrado con esos seres llamados hijos, o padres. a quienes a veces el correr de la vida y nuestras muchas actividades habían casi convertido en extraños. Hemos sacado del clóset los rompecabezas, cocinado cosas que no preparábamos hacía tiempo, acabado libros pendientes... y por supuesto devorado las series de todas las plataformas existentes en el mercado.

Tarde o temprano, y espero que sea más temprano que tarde,  volveremos a salir y a vivir lo que hemos dado en llamar la "nueva normalidad" donde algunas cosas cambiarán para bien y otras aún no sabemos. Seguramente habrá más flexibilidad laboral tras apreciar las bondades del periodo forzado de home office, y la educación probablemente mantenga en el futuro planes de estudios híbridos que combinen materias presenciales y otras en linea. Sin duda el comercio por internet crecerá,  muchos nos hemos visto forzados a hacer compras digitales y le hemos empezado a agarrar el gusto.  Sabrá Dios hasta cuando seguiremos usando cubre bocas, lavándonos las manos 18 veces al día y guardando la sana distancia. Sin embargo, dicho todo esto, creo que la pregunta más importante que deberíamos hacernos es: ¿saldremos de esto siendo mejores personas? 

 Hace algunos años un amigo me contó sobre un accidente automovilístico que tuvo en una pequeña isla del Caribe donde casi pierde la vida. Recuerdo haberle preguntado si la experiencia de  haber sobrevivido lo había convertido en una mejor persona. Su repuesta fue muy sincera y tajante..."Durante un tiempo".

Me gustaría pensar que en nuestro caso, sea más que solo durante un tiempo que conservemos la intención de cuidar  la tierra,  de mantenernos saludables y cuidar a los nuestros.  Que recordemos la importancia de ser consumidores responsables, de no perder la empatía y de hacer un poco por quienes viven realidades tan diferentes a la nuestra.  Ojalá no olvidemos que es mejor vivir con menos cosas pero  disfrutando más lo que tenemos.  Ojalá que por muy rutinarios que parezcan, los viernes en el bar con los amigos, el partido de soccer con el estadio rugiendo,  las mañanas en el gimnasio ; las clases, que de pronto son aburridas, las comidas familiares,  los parques llenos de niños, y la gloriosa magia del contacto físico con otra persona, Nunca olvidemos que son estos momentos los que encierran la riqueza de la vida, con todo lo bueno y lo malo que existe alrededor de ellos. Ojalá que nunca olvidemos cómo se siente vivir un mundo en pausa. Ojalá  que muy pronto volvamos a abrazarnos.







Felices reflexiones...