martes, 29 de noviembre de 2011

Una corona de princesa

you can have anything that you desire...








Hoy me desperté muy temprano, estaba en una cama deliciosa,  cubierta por un pabellón de tul blanco;  era mágica definitivamente de esas que hacen imposible tener un mal sueño. De pronto comencé a pensar en todas aquellas cosas que hacen de la vida mucho más que algo cotidiano y rutinario, como ese pabellón sin el que, definitivamente, la misma cama no hubiera tenido ese efecto sensual, diferente, único que estaba experimentando...  un pensamiento me llevó a otro y ese a otro y ese último a otro y pasé un largo rato pensando en muchas cosas. Así llegó a mi mente mi infancia, y con ella mi padre que cuando mi hermano y yo éramos chicos  a veces en un día de clases llegaba a despertarnos más temprano que de costumbre y nos llenaba justo de eso, de su magia, nos llevaba -léan bien-  a remar al lago de la 2a sección de Chapultepec, o simplemente a caminar entre las fuentes, después a desayunar en la cafetería del bosque para acabar en la puerta de la escuela a las 8 en punto.
Otras veces llegaba y nos decía "empaquen para 4 días por que nos vamos ahora mismo de viaje" y por supuesto era un miércoles cualquiera. Generalmente viajábamos al norte por que tenía varios clientes en esa zona y de repente sin decirles se les aparecía, especialmente cuando tenían una larga cuenta por pagar, pero debo decir que era genial por que en realidad lo querían, así que no solo acababan pagándole sino que nos invitaban a bodas, aniversarios, cumpleaños, al club de industriales y siempre acababa siendo una aventura divertida llena de lecciones para la vida. Así aprendimos historia, geografía, tradiciones mexicanas y esa sutileza y calidez de la magia de las relaciones humanas en la que él es un maestro.
Cuando tenía nueve años me entró la idea de hacerme de una tiara de princesa y ese deseo acabó llevándome de su mano por las calles de NY hasta que encontramos la que me gustó. La usaba a mañana tarde y noche y se convirtió en mi tesoro más preciado, en un objeto mágico que me recordaba constatemente el amor de mi padre.
Hoy la princesa ha crecido e incluso tiene sus propios príncipes y me pregunto si durante su corta vida habré sido capaz de transmitirles ese mismo sentimiento y esa misma capacidad para creer y crear la magia. Espero con todo mi corazón que así sea por que no concibo otra manera de vivir que sea mejor.

Felices reflexiones...

No hay comentarios:

Publicar un comentario