martes, 9 de abril de 2013

El poder del apapacho...

 Durante la comida de la amistad de la Cámara de comercio española, el embajador, dijo:
"Usando una palabra muy mexicana diré que siempre me he sentido muy apapachado por México"
entonces me acordé de este texto y de lo increiblemente lindo y necesario que es el apapacho en la vida.


Nací en una familia de apapachadores profesionales encabezada por mi padre, pero mi madre aunque más sargentona no se quedaba atrás. Nunca se escatimó en el intercambio de abrazos, besos y elogios.  Recuerdo que mi padre me decía "mira, siempre que pases junto a mi dame un beso"  y me hacía reír. En las mañanas aún cuando ya iba en prepa llegaba a despertarme  y me hacia masajito en los pies y cosquillas hasta que me enloquecía y acababa levantándome con un fuerte Arggggggg yaaaaaaa!. 
Obvio es que con el paso de los años, y tan malos ejemplos, me convertí también en una apapachadora... que para fines prácticos es la persona a la que le gusta el contacto físico... Me encanta abrazar a las personas, o tocarlas en la espalda o en la mano, porque amo sentirlas. Se que hay muchos a quienes no les gusta y por supuesto lo respeto. Hace algunos años cuando vivíamos en el Caribe mi amiga Jennifer un día me dijo "I'm Canadian, I don't kiss and I don't hug"  y yo le dije "I'm Mexican y te amuelas chiquita" y me hacía gracia que si te le acercabas se ponía como tiesa y estresada. 
Otra amiga mía no soporta que le toquen la cabeza y uno más los pies... ufff tan delicioso que es un masaje en esas partes del cuerpo, pobrecillos.
Obviamente los patrones de contacto físico obedecen ciertos aspectos culturales pero habiendo sido expatriada en una isla llena de personas de muchos países diferentes, creo que en mayor o menor medida, todos los seres humanos disfrutamos esa magia del contacto físico casual que nos hace sentir cercanos y apreciados aunque a veces sea por personas a quienes conocemos poco.
Cuando mis hijos nacieron me importaba un comino eso de que "si lloran no los cargues, que luego se acostumbran" yo siempre pensé,  "serán bebés poco tiempo y luego nunca podré volver a comérmelos a besos y mecerlos bailando", así que los pobrecitos tuvieron que soportar mi terapia de apapachos pero creo que les gustó y ambos lo disfrutamos aunque hoy ni siquiera lo recuerden.
Un abrazo solidario, una palmada en la espalda para el ánimo, un beso inesperado en la mejilla que nos reafirma y nos hace sentir bien...
Esto de apapachar va más allá de lo físico, incluye compartir tiempo, compartir tus ideas, conversar y escuchar a los demás, cumplirles sus gustos; así que para quienes no quieren ser tocados nos quedan las palabras y las acciones.
Incluso la ciencia ha probado que recibir apapachos y muestras de cariño nos hace más abiertos, más empáticos, menos temerosos de los otros;  al final del día es lindo dar cariño;  pero hay que aclarar algo, no esperen que el apapacho siempre venga de vuelta inmediatamente ni que venga de la persona a quien se lo damos, pero no por eso será menos importante ni necesario, al contrario nadie está tan necesitado de cariño como aquel que no puede darlo. Mi padre dice  que nadie puede dar lo que no tiene, y que debemos ser grandes como el sol que para todos brilla; a veces cuesta pero es cuestión de práctica.
Uno de los mejores recuerdos de mi infancia es el de "los miércoles Arellano",  un día mi papá decidió que los miércoles no iría a trabajar y se dedicaría a hacer cosas con mi madre. La llevaba a comer a lugares lindos y luego al teatro o al cine o a pasear. Todo mundo sabía que los miércoles no se le podía molestar y no atendía a nadie, yo creo que era un gran detalle que contribuyó a fomentar la cercanía entre ellos que hoy están cerca de cumplir 52 años de matrimonio y aún provocan miradas de envidia cuando caminan de la mano por la calle.
Pasaron los años y ¿qué creen? pues sí,  me casé con otro apapachador, medio salvaje, pero que también ama caminar conmigo de la mano, bailar pegados y abrazarme. Demostrar cariño con un beso, con palabras dulces, un abrazo apretado, o unas palmadas en la espalda hace del mundo un mejor lugar; abracémonos más, sintámonos más en lugar de señalar defectos y actuar como jueces, Como diría Emmanuel hay que arrimar el alma, y el cuerpo, al de los otros y vernos en sus ojos...


Felices Reflexiones...

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