sábado, 13 de abril de 2013

Así de repente...


Son las 6 de la tarde y mi hijo Pat (13) junto con su mejor amigo Mateo (14) entran para decirme que si pueden sacar una mesa donde poner la computadora para poner música en el garage. les digo que sí, después entran para decirme que ya le avisaron a la vecina lo que van a hacer y me informan que estuvo de acuerdo. Cabe aclarar que vivimos en un club prácticamente a 100 metros de la puerta, todo mundo pasa por enfrente de mi casa así que Pat y Mateo se dedican a invitar a cuanto niño ven y acto seguido me informan que si está bien hacer una fiestecita como de 20... Perfecto ¿y mi cine y Oblivion y Tom Cruise????, además no hay refrescos, ni botanas, ni nada y encima no estoy en el mood de meter 20 chamacos a mi casa y oir mezclas de música electrónica que literalmente me puede enloquecer en menos de 20 minutos. Empiezo mi discurso... "esas cosas se planean con tiempo... bla bla bla  de pronto veo sus caras, ilusionadas y felices y entonces recuerdo lo increíble que es hacer cosas así de la nada y como generalmente, salen bien.
Siguiente escena los tres en el súper comprando cosas para la fiesta, y mi marido sacando su coche para que tengan más espacio; Acto seguido les leo la cartilla diciéndoles que las 10:30 se acaba el numerito y cada quien a su casa y  si no llega nadie a las 9 nos vamos al cine y mejor suerte pa' la próxima. 
Pero a las 8 empiezan a llegar los chavos, claro... los amigos del hermano mayor, total para no hacerles el cuento largo desde hace una hora estoy oyendo un repertorio memorable de mezclas que, Dios sabe, no son lo mío. Pero mi hijo está feliz y como es su costumbre me ha recordado el valor de la espontaneidad que tan de la mano va con una de mis cosas favoritas... Las sorpresas.
Cuántas veces nos ha pasado que alguien nos llama o nos manda un mensaje o aparece en la puerta de nuestra casa para invitarnos a hacer algo así en ese momento y resulta que decimos sí y la pasamos excelente.
Recuerdo que cuando mi cuñada Claudia se fue a vivir a Estados Unidos, una de las cosas que decía extrañar más era precisamente el no poder aparecerse en casa de la vecina sin previa cita o aviso telefónico. Esto lo llevaría yo incluso a otros terrenos, me parece que a veces con la edad olvidamos lo maravilloso que es ser espontáneos, "caerle" a un amigo sin avisarle,  decirle a una desconocida en la calle que nos encanta su vestido, o su pelo y sonreír ante su cara de sorpresa,  llamar a alguien a quien hace tiempo no vemos solo por el gusto de hacerlo o mandarle una carta o un mail con un video, o simplemente decir algo que sentimos de pronto sin pensárnoslo demasiado.  
La vida está hecha de pequeños detalles y  frecuentemente justo esos que no estaban en el programa son los mas memorables.

Felices reflexiones...

6 comentarios:

  1. Adorable, me encantó. Gracias por compartirlo, me quedo con una sonrisa :)

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  2. La espontaneidad es la voz de la infancia. Cuando la causa es noble y sincera, el resultado es altamente gratificante e inolvidable. Aplaudo que tu hijo aún tenga atrevimiento a soñar e improvisar y que como padres hayan tomado el feliz riesgo de ayudarlo...

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    1. :) gracias por leer Quico, tienes razón la espontaneidad es definitivamente la voz de la infancia.
      Un abrazo :)

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  3. Extraordinario detalle que como lo dices los adultos por mil razones olvidamos y perdemos ese sentido de la espontaneidad. Perdón por andar de polizón pero me ha parecido una aventura extraordinaria y no me resistí a leerla, tengo 3 torbellinos y esa idea seria interesante para ellos

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    1. jaja nada de polizón, para eso es, muchas gracias por leerme y más aún por comentar.
      Un abrazo :)

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